
Por: Javier Hernando Santamaría
Si hago una retrospectiva a mi pubertad y adolescencia y escudriño en los recuerdos de ese muchacho bien comportadito, ensimismado y algo huraño, atormentado en esa época por un implacable y vergonzante acne, al que logre combatir con una pócima casi mágica que vendían en una tradicional droguería caleña, el mismo pelao que no se perdía un solo capitulo de la radionovela de las 5:00pm “Kaliman”, diría que no me diferenciaba tanto del común de los jóvenes, pues también ese “nerd” de los ochenta, tenía un “símbolo sexual” que le despertaba bajos instintos, potencializados como era obvio, por ese torrente hormonal que fluía como lava volcánica en mis venas, propiciando no tan prematuramente como hoy, el llamado despertar sexual.
A mi “símbolo sexual” lo descubrí en un casete de Betamax que contenía una película XXX, protagonizada por una mona ¡rica, riquísima! con cara de niña virginal, pero con los alcances de una diablilla devoradora de hombres, que logro seducirme de inmediato, ¡woooww que mujer, que hembra!, desde ese día Ginger Lynne me acompaño en muchas noches aderezadas de lujuriosa fantasía, aunque reconozco que me daba rabia verla en brazos de otros gimiendo de placer.
Creo que Ginger, mi primer y único símbolo sexual reconocido de mi adolescencia, fue destronada anoche por una damisela de rasgos exóticos, con el donaire propio de las mujeres indias y el fogaje abrazador de las féminas afrodescendientes, la llaman diva, Pocahontas, diosa y hasta “cuchibarbie”, se dice que tiene muchos más años de los que ella reconoce tener, la aman y la odian, afirman por ahí que ella se ha dado el lujo de rendir como vasallos a sus pies a políticos, actores, narcos, cantantes, millonarios y pelafustanes de ocasión, quienes han sucumbido irremediablemente a sus encantos, como yo lo hice anoche…
¡Me erice, me erice! al verla entrar en mi habitación enfundada en una sexy y trasparentada pijama, me miro coqueta, tenía un dedo en sus labios y lo mordisqueaba insinuante, camino lenta y con mortificantes pausas hacia mi, ¡incrédulo y pasmado! contemple como se dejo desvanecer en la cama y cual gatita en celo empezó a arrastrarse entre las sabanas hasta trepar encima mío, ajustando perfectamente lo cóncavo y lo convexo de nuestros cuerpos en un delirante cabalgar, ¡era ella, si era ella!, Doña Inés de Hinojosa…¿ Isabel de Donoso?... Kundry o la del gallo de oro, la mujer piraña, no, ¡Madre luna!...
___/ ¿Cómo te llamas guapo? pregunto ella.
___/Yo…yo me llamo…¡Jorge Rivero!, si, soy el amor de tu vida
Ella sonrío picara y me susurro al oído
___/Tuyo es mi corazón…
Me sentía como Omar Fierro en “La sombra del deseo”, un Danilo Santos protagonizando “En cuerpo ajeno” o como Humberto Zurita en la película “De mujer a mujer”. Me atreví a besarla con desmedida pasión.
____/ Sabes una cosa. Besas mejor que Danilo y Carlitos, mira ¡me erice, me erice!.
Aquella afirmación me envalentono y sin el menor atisbo de intimidación procedí a deslizar mis inquietas manos por su cuerpo, explorando milímetro a milímetro su humanidad de diosa, su máximo orgullo y mi delicioso fetiche.
___/Dime la verdad ¿Cómo te llamas?- insistió la diva.
___/Yo me llamo: ¡Julio Iglesias!
Ella soltó una adorable carcajada y acoto.
___/ ¿Y eres tan escurridizo como Julio?, sabes, aquella vez lo corretee como gatita a ratoncito por toda Bogotá, se me quería escapar el españolote, pero ¡miau!, ¡miau!, me lo engullí todo, ¡todito! , como te voy a engullir a ti mi guapo, si me dices como te llamas….
___/ Yo…yo me llamo: ¡Alejandro Fernández!
Repentinamente la Diva, la diosa, estallo de júbilo y como tocada por un rayo de erotismo y sensualidad se desnudo ante mis ojos, presas de un éxtasis visual.
____/ ¡mi potrillo, mi potrillo, mi charro divino!, te acuerdas como me correteaste por toda Miami ¿o fui yo la que te corretee?, eso no importa, ¡aquí esta tu yegua salvaje!.
Sentía que mi cuerpo se electrizaba al compás de sus cadenciosos y felinos movimientos, corrientazos orgásmicos glorificantes me sumergían en un océano de placer, lo inevitable estaba a punto de ocurrir…¡Juemadre!, por que será que los sueños se interrumpen casi siempre en los momentos cumbres, ¡estaba a punto de coronar cuando sonó el dichoso teléfono y para rematar era numero equivocado. ¡Que frustración!
La verdad no pensé que a estas alturas de la vida volvería a experimentar sensaciones extremas y lujuriosas de mi pubertad, cuando mi símbolo sexual era la actriz porno Ginger Lynne, ni que aquella mona gringa fuese a ser desbancada por Amparito Grisales, la diva, la diosa, la cuchibarbie actriz que todas las noches se eriza en la pantalla chica juzgando imitadores y provoca que yo ¡me erice, me erice! y ¡hasta más!, en un calenturiento sueño…
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