Monday, May 3, 2010

Damas con la camiseta puesta



COMPROMETIDAS Y ENAMORADAS. Así se sienten las esposas de Juan Manuel Santos y de Antanas Mockus, candidatos a la Presidencia

Tan distintas pero tan parecidas. Si algo tienen en común las esposas de los candidatos a la Presidencia de la República, María Clemencia Rodríguez, de Juan Manuel Santos; y Adriana Córdoba, de Antanas Mockus, es el amor incondicional que durante años le han profesado a su pareja y la manera como llevan la camiseta puesta en el corazón.

Ambas están absolutamente comprometidas con la campaña a la Presidencia, las correrías típicas de la agenda política y con la armonía que, a su manera, deben propiciar en sus hogares con sus esposos y con sus hijos.

Sin embargo, la realidad política las ubica en dos polos opuestos que quieren ganar la mayoría el próximo 30 de mayo.

María Clemencia es la compañera del candidato que defiende a capa y espada la política de la Seguridad Democrática, y Adriana, por su parte, es la compañera de Antanas porque, desde siempre, ha creído en el mundo que Mockus sueña para los colombianos.

María Clemencia Rodríguez de Santos: amiga, madre y consejera
Quienes la conocen, ven en María Clemencia Rodríguez una mujer moderna, discreta y disciplinada. Una valiente, siempre dedicada al trabajo y a su familia, que hace 25 años le agregó a su vida, con un "sí, acepto", el ingrediente que todavía le pone sabor a su corazón: la innegable complicidad con el hombre que hoy tiene serias posibilidades de ser el Presidente de la República, Juan Manuel Santos.

A pesar de las arduas jornadas que su esposo enfrenta como candidato, María Clemencia, que también se pasa el día de aquí para allá, lo espera en casa con la comida recién preparada y con una película destinada a desconectar al ex ministro de Defensa del trajín político de cada día.

Sus allegados le dicen Tutina y dan fe del amor incondicional que la une a su esposo y a sus tres hijos: Martín de 21 años, María Antonia de 19 y Esteban de 16. Todos, dice ella misma, fruto de una relación sólida que alimenta con una entrega que va desde el ajetreo político hasta la vida de hogar.

Su hija María Antonia lo confirma: "mi mamá cuida a mi papá como si fuera un bebé; se preocupa cuando trabaja de más, está enfermo o malgeniado. Es la mano derecha de mi papá, su cómplice ideal, así como una muy buena mamá".

Y es que así como María Clemencia, Diseñadora Industrial, paciente y estricta con el orden, encuentra la alegría en su familia, también lo hace en las artes. Antes de dedicarse de lleno a acompañar a su esposo en las correrías políticas, la hija de padre santandereano y de madre antioqueña (de San Pedro de los Milagros), fue directora de Relaciones Públicas del Banco de la República y la directora del Museo de Arte Religioso de Bogotá.

Aunque su tiempo libre escasea por estos días, María Clemencia lo aprovecha para alimentar una biblioteca en la que tienen cabida desde la música clásica hasta los vallenatos y los éxitos de "plancha" de Sandro y Raphael.
"Cuando mi papá está estresado o nosotros estamos aburridos, ella nos pone la canción 'Esta vida' de Jorge Celedón", dice María Antonia, cuando habla de su mamá.

Estas noches de desvelo, en las que irrumpe la responsabilidad que tendrá su esposo con el país en caso de que llegue a las "grandes ligas", María Clemencia se refugia en "Las últimas tardes con Teresa" del escritor español Juan Marsé, en el arte y en la oración.

Lo que no la trasnocha, sin embargo, es la posibilidad de vivir en la Casa de Nariño como Primera Dama de la Nación: con vehemencia afirma que si algo tiene claro, es que de ocupar ese cargo, su esencia no sería distinta a la de la mujer que es hoy: la del soporte, la compañía, el amor, el criterio y el buen consejo para su esposo, con o sin la banda tricolor puesta.

Adriana Córdoba tiene la camiseta puesta en el corazón desde hace 17 años
De convertirse en la Primera Dama del país, Adriana Córdoba empacaría, antes de embarcar hacia la Casa de Nariño, sus libros, las esculturas hechas por su suegra, y los perros, los pájaros y las gallinas que completan la familia que hace 17 años formó con Antanas Mockus.

Sencilla, inteligente y práctica es la mujer que enamoró al hombre al que los colombianos podrían elegir como Presidente de la República.

Es una Trabajadora Social graduada del Colegio Mayor de Cundinamarca; especialista en Planeación Urbana en la ESAP, magíster en Planeación y Administración de Desarrollo Regional en la Universidad de los Andes y mamá de dos niñas: Dala y Laima (nombres de diosas de Lituania).

Esta no es la primera vez que se pone la camiseta con Antanas Mockus para luchar por los sueños de los dos: a sus 40 años ha sido dos veces Primera Dama de Bogotá y hoy, vestida de verde, recorre el país para acompañar a su esposo y lograr que los simpatizantes del Partido se conviertan en activistas.

Cuando Adriana no está en las calles, subiéndose a los buses y escuchando a la gente que se le atraviese, está cumpliendo el papel de mamá y esposa.

Aunque años atrás, el entonces rector de la Universidad Nacional ya la había descrestado con su peculiar manera de ver la educación, fue en 1995 cuando un amigo los presentó y la química hizo lo suyo.

Pasaron meses de una sólida amistad hasta que un día, Antanas le preguntó a la que sería su esposa:

"Adriana, ¿usted cree que la verdad se dice siempre? ¿O cuándo debe decirse?
-Antanas, la verdad se dice siempre, dijo ella.

-¿Aunque duela?
-Sí, aunque duela.

-Bueno, entonces, ¿por qué no trae sus cosas?
-Está bien".

Dos horas después, Adriana estaba instalada en la casa de un Antanas que en la vida de hogar no es distinto al que la opinión pública conoce: tímido, introvertido y reflexivo. Y, meses más tarde, el ex alcalde de Bogotá le diría a los periodistas de la capital que se casaría con su novia "porque como Adriana no encontraba dos".

El secreto de ese amor incondicional, a los ojos de Adriana, es vivir con las bases de la libertad y la verdad: "Antanas y yo llegamos a la casa por las noches, pese a que tenemos muchas opciones afuera. Es una decisión que tomamos en nuestra libertad. Estamos juntos por decisión y no por obligación".

El hogar de Adriana y Antanas es, literalmente, un taller de pedagogía. "Nadie manda a nadie en lo que debe hacer, nada es impuesto. No damos órdenes sino que tratamos de autorregularnos", dice Adriana, absolutamente enamorada de Mockus, 20 años mayor que ella, y convencida de que con su esposo en la Presidencia, Colombia será un país distinto.


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