

POR: OMAR RINCÓN
Y hasta que la telenovela entró al museo... y no a cualquiera, sino al más emblemático de Colombia: el Museo Nacional; y entró porque en las telenovelas podemos ver y gozar a una Colombia diversa, musical, popular, mágica y provocativa. Y llegó al Museo Nacional porque hace tiempo había entrado a las culturas sentimentales de Colombia. Y es que para comprendernos tenemos que ir a la telenovela donde nos atrevemos a contar los grandes asuntos que nos molestan el alma. Y es que no es sólo asunto de lágrimas y suspiros, sino que, paradójicamente, en Colombia "pasa más país por la telenovela que por los noticieros de tevé" como nos contó el maestro Jesús Martín-Barbero... y es que por ahí ha pasado lo diverso que somos, aprendimos a ser Caribe con Gallito Ramírez, Escalona y Caballo Viejo... y paisas con La casa de las dos palmas... y vallunos con Azúcar, El divino y San Tropel... y llaneros con La potra zaina.
Colombia ha creado una marca de telenovela, un modo de contar y estar en la pantalla que se caracteriza porque las mujeres no son cenicientas, sino guerreras, luchadoras, creativas e imaginativas que basan su dignidad en la belleza, en el trabajo, en la lucha y en su autonomía.
La marca Colombia dice que los hombres son un chiste, una risa, una burla; así, los personajes masculinos han devenido en cómicos y tontos muy tontos; tanto que hasta las nombramos con nombre de hombre: el escamoso, el inútil, el pobre, el joyita, el vecino.
Colombia produce telenovelas fusión en su lógica de género; así son historias melodramáticas, pero cómicas, pero trágicas, pero dramáticas, pero en suspenso, pero antimelodrama; son más que moral de pobre.
La telenovela colombiana cuenta por los personajes secundarios, allí es donde todo pasa y todo se juega. El modo de contar de nuestra telenovela es musical... por eso se cuenta en forma de vallenato o de tropipop o de bolero o de balada. Se reconoce y celebra el alma popular y los modos de habla y estéticas locales.
Y se hace telenovela de autor: Pepe Sánchez, el social; Carlos Duplat, el popular; Bernardo Romero Pereiro, el regional e íntimo; Martha Bossio, el humor; Julio Jiménez, el gótico; Dago García, el industrial popular; Navas y Miranda, los justicieros; Juana Uribe, la moderna; Mónica Agudelo, la femenina; Fernando Gaitán, la marca... y, ahora, Gustavo Bolívar, el nuevo país.
Ver telenovela es, ahora, un asunto de machos... y de museo. Asista y comprenda por qué la telenovela es cultura. Y recuerde que en Un país de telenovela, tenemos un presidente de melodrama.
OMAR RINCÓN
COLUMNISTA DE TV
orincon61@hotmail.com
(EXCLUSIVO-EL TIEMPO-COLOMBIA)
Estadisticas Gratis