
Esta linda anécdota histórica viene a cuento porque reflexionaba el otro día sobre lo difícil que debe ser estar al lado de Hugo -the- Boss y resaltar con luz propia para ser tomado en cuenta para un ministerio o instituto “autónomo”.
El primer tipo de jalabola, no solo debe calarse los discursos y cadenas interminables, sino que también debe tomar nota de alguna de las “ocurrencias” del susodicho para al día siguiente hacer una declaración estrambótica relacionada con la “ocurrencia”. El segundo tipo se limita a los gobernadores y alcaldes que tienen una competencia de jalabolismo para ver quien tiene más vallas con la foto del Boss dentro de su territorio –sería bueno saber qué va a pasar con nueva Ley de Ordenamiento Territorial, porque más de uno va a quedar guindando, pero en el mal sentido del término-. En el tercer grupo se encuentran los jueces que interpretan las leyes según los designios del Boss para darle carácter legal al autoritarismo. En cuarto lugar están los que hacen alguna lista maligna para marginar al resto de los mortales que no pensamos -a Dios gracia- como ellos. Y por último están los que tienen su propio programa de televisión diariamente en las noches y se dedican a cantarle, recitarle y, por supuesto, jalarle al Boss.
Lo cierto es que no envidio para nada a estos personajes, ya que su vida debe ser muy estresante por lo difícil que es en esta nueva Venezuela destacarse con luz propia; sobre todo después de lo que dijo el ministro de educación “la educación no es un modo de ascenso social”; lo que le falto decir fue: el único modo de ascenso social es el jalabolismo.
Ciro