Sunday, August 6, 2006
REMINISCENCIAS DE NUESTRA TV
POR: JAVIER SANTAMARÍA
jahesa@hotmail.com
“Recordar es vivir” dicen por ahí y en está oportunidad tratare de desplegar someramente los recuerdos que me quedan de aquella televisión de antaño, la de mi generación, por la que hoy, es inevitable no experimentar nostalgia y cierta añoranza.
Si bien es cierto que nuestra televisión ha ido evolucionando gradualmente logrando mantener aún una identidad propia, pese a la influencia de las distintas vertientes que hoy mueven el medio a nivel mundial, y se logra ubicar entre una de las mejores de Hispanoamérica, me atrevo a afirmar que la televisión de mi generación es inolvidable.
Es muy probable que haga está afirmación basado en el auge y florecimiento que entre las décadas de los ochenta y noventa alcanzó la pantalla chica en todo sentido y que fundamento un sello inconfundible de hacer televisión.
Sentarme hoy frente al televisor me obliga sin proponérmelo hacer un paralelo entre lo que se veía hace veinte años y lo que hoy ve la actual generación, la que a lo mejor no tiene la menor referencia del trabajo desarrollado por aquellos pioneros empíricos del medio, hace más de cincuenta años y que forjaron una descendencia de profesionales supuestamente comprometidos en mantener el estandarte legado.
En aquel tiempo en lo que al genero melodramático se refiere, surgió la necesidad de explorar otras temáticas distintas a la clásica historia de la empleada domestica enamorada del niño rico que aún sigue explotando el culebrón extranjero. Directores y libretistas osaron darle una nueva cara a la telenovela clásica y fue asi como finalizando los setenta se arriesgaron primero a adaptar obras de la literatura hispanoamericana con mucho acierto: “La tregua”, “La tía Julia y el escribidor”, “La mala hora”, “Los Premios”, entre otras, para luego meterse en el genero de la telenovela costumbrista, un retrato fidedigno de nuestra idiosincrasia que calo a lo largo y ancho de nuestra geografía con títulos como: “Quieta Margarita”, “El Divino”, “Música maestro”, “San tropel”, “La casa de las dos palmas”, “Caballo viejo”, a imponer el formato del seriado: “El siete mujeres”, “Jeremias mujeres mías”, “Puerto amor”, “Oro”, “La otra mitad del sol”, “Tiempos difíciles”, “Cuando quiero llorar no lloro” (Los Victorinos) y a engolosinar al televidente con miniseries de factura cinematográfica como “Maten al León”, “ La mujer del presidente” y otros muchos títulos que pusieron de manifiesto que se podía hacer televisión de calidad, a la altura de las grandes productoras mundiales.
Los días domingos la cita ineludible para la familia era ver, la comedia “Don Chinche“ y El cuento del domingo”, espacio que por su variedad y excelencia mantuvo siempre el liderato, se importaron libretos brasileros que con una buena adaptación compenetraron a la tele audiencia con aquellas historias extractadas de la vida misma, con personajes de carne y hueso, alejados de los estereotipos acostumbrados y que sirvieron para edificar en parte los pilares de la actual telenovela colombiana, la de ruptura, también de reconocimiento mundial.
En cuanto a las comedias “Don Chinche” , “Dejémonos de vainas” y “Vuelo Secreto”, no en vano se mantuvieron tantos años en la pantalla gracias a ese humor simple y cotidiano, el vernos retratados de una u otra manera de manera jocosa se constituía en un atractivo gancho que nos encariño con cada uno de esos personajes, que distan mucho, pero mucho de las comedias que hoy se hacen con un humor artificial, adaptado a fuerza de una cultura ajena como es el caso de “Casados con Hijos”, “Quien manda a quien”, que para colmo vienen con risas grabadas.
Quien no recuerda todas o la gran mayoría de las historias de misterio, intriga y amor que el señor Julio Jiménez creó para nuestro deleite, un libretista para quien el castellano ha sido un valioso instrumento de trabajo explotado a través de los diálogos viscerales de sus personajes, criticados por su mal llamado emperifollamiento, pero que de alguna manera enseñaban al televidente la riqueza de nuestro idioma.
De igual manera el desaparecido Bernardo Romero Pereiro demostró que el melodrama podía trascender la liviandad fatua e insulsa de las historias cenicientas y abordar dramas de familia, problemáticas reales, vivenciadas o asimiladas del entorno que marcaron un hito en la televisión hispana: “Señora Isabel” (Mirada de mujer), “La vida en el espejo”. Demostró de igual manera que el humor y el realismo mágico conjugaban perfectamente en la pantalla chica: “Las Juanas” y “Momposina” son clara muestra.
Ni que decir de los programas de variedades como “Compre la orquesta”, “Concéntrese”, inolvidables principalmente por esos maestros de la presentación como lo son Julio Sánchez Vanegas y el querido Fernando González Pacheco(único e insuperable), cuanto aprendimos todos en “Naturalia” de la mano de la primera dama de la TV Doña Gloria Valencia de Castaño.
En materia de espacios infantiles “Pequeños Gigantes”, “Los Dumis”, “Imagínate” y “Oki Doki” mandaban la parada y de la que surgieron gran parte de los actores, actrices y artistas de hoy en día, aunque actualmente espacios calificados como infantiles solo existen dos: “El Club diez Caracol” y “Bichos Bichez” considero que estos se ajustan medianamente a las necesidades de la actual generación nacida en la llamada confluencia de medios.
En materia de musicales que para bien o para mal prácticamente se extinguieron en nuestra televisión y nadie le apuesta ya a este genero, más que el señor Jorge Barón en su travesía popular por las veredas y pueblos de Colombia y uno que otro locutor radial presentando sosamente videos musicales, formula de la que fue pionera y de una manera peculiar y amena la señora Lina Botero con su inolvidable espacio “Los diez mejores de la música” (adorable con el tic de sus ojos burlones).
Lastimosamente nadie más le volvió a apostar a la serie histórica, y es inexcusable, ya que las nuevas generaciones necesitan mantenerse empapadas de todos esos hechos y personajes trascendentes que la forjaron y que algunos de nosotros pudimos disfrutar con la serie “Revivamos nuestra historia”.
Cabe mencionar como ha acaparado audiencia en argentina la telenovela “Montecristo”, basada en el argumento esencial de esta obra clásica, pero ambientada en el contexto histórico de la dictadura, más de tres millones de televidentes la siguen paso a paso cautivados por el interés de conocer los antecedentes de este pasaje histórico que marco profundamente ese país.
En Colombia fue tal vez la miniserie “Las Ibáñez”, la ultima producción que se hizo en este menospreciado genero, bajo el pretexto de los altos costos que implica producir una telenovela o serie de época.
Son tantas cosas que se extrañan actualmente en nuestra televisión que bien podría concluirse que “tiempos pasados fueron mejores”, pero hay cosas positivas como el posicionamiento del melodrama de ruptura, la consolidación de la llamada telenovela-comedia, la internacionalización de nuestro talento y lunares como la sobre explotación de la llamada “Televisión real” que poco o nada aportan al televidente, la proliferación de actores prefabricados que han relegado en gran manera a los actores de escuela, el retroceso marcado que durante seis años ha tenido la telenovela colombiana con la aparición de producciones que pretenden gestar la llamada “telenovela homogénea universal” y que atenta flagrantemente contra su identidad.
Cuando la televisión era publica y encargada a programadoras independientes, cada una de ellas se esforzaba por brindar lo mejor de cada una; con la aparición de la televisión privada estamos supeditados a un monopolio en el que imperan los designios de estos zares de la televisión, unas veces acertados y otras tantas totalmente influenciados por un contraproducente interés mercantilista, sin el cual obviamente no podrían subsistir.
Nadie se opone a que nuestra televisión vaya a la vanguardia mundial, pero es esencial que mantengamos intacta nuestra idiosincrasia, que sigamos siendo osados en materia de telenovelas, que se vuelvan a ser miniseries históricas, seriados con contenido y por favor que se respete el talento y no se le dé holgura a todos estos patrones frívolos y estereotipados que engatusan a nuestra juventud.
Si bien la televisión es sinónimo de entretenimiento y esta ocupa un lugar importantísimo en nuestro hogar, es primordial enfocar su contenido con responsabilidad y darle prioridad al rescate de los valores, a la unidad familiar, a llevar información fidedigna e imparcial, a que los televidentes tengan una verdadera participación y la llamada “televisión interactiva” no limite a sacarles la plata del bolsillo y su voz, quejas y opinión se escuchen y sean tenidas en cuenta en horario digno y no relegada a los mini espacios de la “Defensoría del televidente” al rayar la madrugada. Al fin de cuentas todos podemos vivir sin televisión, pero esta no existiría sin ustedes mis apreciados televidentes.