Nos disponíamos a esperar por el postrecito para cerrar con "broche de oro" el almuerzo del cumple del pana Guille, cuando de repente se siente una convulsión dentro del restaurant. Me temblaba el cuerpo, el piso rebotada bajo mis pies, mi silla brincaba y de pronto no era yo nada más, era todo el mundo en el restaurant. La mesa se movía hacia mi y pensaba que eran Guille o Gabrielé quienes la movían. Paralizaba estaba Heidi a mi derecha que estuvo a punto de pararse al baño. Los péndulos que adornaban el techo y que todavía no sé si eran fuentes de luz se mecían como niños endemoniados en columpios.
Fueron solo unos segundos, más de 5 creo pero no menos de 10.
Heidi y Guille fueron a buscar a Santiago que para ese entonces ya había sido evacuado de la guardería a dos cuadras de distancia. Gabrielé y yo nos quedamos pagando en un restaurante sacudido y que ahora estaba tan tranquilo como si lo acabaran de abrir.
Al salir a la calle todo era conmoción, miles de personas comentando el golpecito de 5.8 en la escala Richter (escala logarítmica donde un terremoto de 1 unidad mayor que otro es 10 veces más fuerte en magnitud). Pánico, risas, vivencias de antiguas experiencias sísmicas y sobre todo la sorpresa de haber experimentado un "terremoto" en estas latitudes era común verse a las 2 de la tarde en la capital del imperio. Pero sobretodo incredulidad. Esto supuestamente se vive en los Andes o en la costa Oeste, no en los pantanos de DC. Los chilenos, ecuatorianos, colombianos y demás ciudadanos andinos viven con esto. Los californianos también. Pero aquí donde incluso los vendedores de seguros te dicen que no te asegures contra terremotos, esto de sismos fuertes es algo nuevo.
Mi pana Alejandro me comentaba que lo agarró en plena calle, con la losas saltando, el pavimento de la calle con oleaje como el de las sábanas cuando tiendes la cama y el edificio de Macys de la calle 13 meneándose como una gelatina.
Otros, -como el señor que revisó el aire acondicionado de mi casa y que en ese entonces estaba manejando por el Pentágono-, no sintieron nada.
Encontramos a Santiago tranquilito en las piernas de una maestra de la guardería. La mayoría de los niños estaba durmiendo y no les dió chance ni de asustarse. A las maestras sí. Estos se mezclaban con el gentío de las calles.
Parecía mucho mayor la cantidad de personas que nunca había experimentado este "terremoto" que los que si lo habían vivido. Era el quinto mío que yo recuerde y a pesar de haber estado en Chile donde viví los más fuertes, éste había sido más fuerte.
Ni cuando ganó Obama las elecciones, o cuando cazaron a Osama Bin Laden, o el 11 de Septiembre o ni siquiera cuando la Marcha del millón a mediados de los 90s hubo tanta gente en las calles en DC o Virginia por una misma razón.
A la final no pasó nada en un radio de 200 mts entre la 13 y la New York. Al menos no se veían pedazos de edificios, vidrios o gente herida como en otros casos recientes como Haití, Chile o Japón. Tal vez no fue tan fuerte, o fueron pocos los segundos o simplemente fue el hecho que los edificios son bajos y la mayoría en esa cuadra son antisísmicos.
Volví a casa entre los ritmos de Cream (la bandita de Eric Clapton) y al ver las noticias vi que si hubo sitios donde algunas construcciones sufrieron daños como la Catedral Nacional, el Monumento a Washington, la embajada de Ecuador, decenas de edificios en Frederick y uno que otro auto medio enterrado en escombros. Esto puede cambiar pero hasta ahora no hay fallecidos.
Todo esto nos hace recordar que en el medio de estas experiencias, no hay blancos, negros, latinos, socialistas, comunistas, imperialistas, ricos, pobres, machos, maricos o lesbianas, locales o extranjeros. Cuando tiembla, solo habemos hormigas en este planeta tierra.
Sólo somos hormigas.
El Pollo
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