Monday, July 4, 2011
Famosos, licor, droga y sexo, un común denominador.
Jonathan Rhys Meyers
Por: Javier Hernando Santamaría
Las recientes declaraciones del actor Ernesto D’Alessio en las que manifestó abiertamente como su hermano y él, en compañía de su famosa mamá consumían droga como si fuera lo más natural del mundo, ponen nuevamente sobre el tapete la álgida temática de los excesos y desmanes vergonzantes en los que incurren la gran mayoría de famosos, vulnerables en mayor grado a caer en las garras de la droga, el alcoholismo y la promiscuidad sexual, que los conduce a laberintos sin salida, que muchas veces aniquilan sus carreras o los lleva al suicidio o la muerte prematura.
La fama, el dinero, el halo de estrellas que les rodea desde tempranas edades, aunado a la soledad y los vacíos afectivos que los agobian, por los avatares de sus agitadas carreras, impulsa a estos famosos a buscar refugio en el licor y la droga, equivocados alicientes que les brinda un temporal escape, que se tornan en vicios mortales, bombas de tiempo que tarde o temprano estallarán y les pasará una costosa factura de cobro.
Ejemplos hay muchos, en México por ejemplo también está el caso del señor José José, a quien sus reincidentes vicios le generaron a través de los años un enfisema pulmonar que arruinó por completo su voz, en Colombia, la reconocida actriz María Eugenia Dávila no ha podido escapar por completo de las terribles fauces del alcohol y las drogas, que la llevaron a tocar fondo negro y profundo.
El famoso músico y presentador colombiano Jimmy Salcedo falleció por una sobredosis de droga en la cúspide de su popularidad, Whitney Houston después de ser una bella mujer, con una extraordinaria voz, hoy es solo un guiñapo humano irreconocible, son bien conocidos los desmanes cometidos por Britney Spears, Miley Cyrus, la rockera mexicana Alejandra Guzmán, el actor colombiano Benjamín Herrera, lamentablemente son muchos más los ejemplos a mencionar; mi paso por el área hotelera me permitió corroborar con mis propios ojos como artistas de talla internacional, por regla general, son adictos a la llamada “perica” y la promiscuidad sexual es un pasatiempo que les infla falsamente el ego.
Recientemente se conoció la noticia de un supuesto intento de homicidio del actor Jonathan Rhys Meyers, protagonista de la teleserie “The Tudors”, a quien lo encontraron en un estado crítico en su apartamento, es sabido que el galán inglés lucha infructuosamente desde hace un tiempo contra su alcoholismo.
Un caso que despertó la solidaridad de los colombianos fue el de la modelo Heidy Iregui, rescatada de las calles de Bogotá, en las que por años vivió como una indigente alcohólica y drogadicta, después de haber sido una bella bailarina del famoso “Show de Jimmy en los años 80s”. Ahora mismo Heidy se encuentra en proceso de rehabilitación, anhelando volver a ser una mujer útil a la sociedad.
Muchos dirán que esos vacíos existenciales que agobian a los famosos y los sume en los vicios, están fundados en su alejamiento voluntario de Dios y su entrega ciega al mundo sibarita, olvidando que más allá de esta vida mortal adornada de oropel, hay una vida espiritual que necesita ser alimentada con fe y fuerza de voluntad y que no hay mejor aliciente y refugio que el que prodiga Dios y su palabra, ¡oh vanidad de vanidades!, cuando la humanidad vuelva los ojos hacia el Creador, las banalidades del mundo no harán más mella ni en famoso, ni en anónimo y simple mortal.
Muchos famosos convertidos al cristianismo como Lupita D’Alessio y sus hijos, quienes hoy reconocen un pasado plagado de desmanes o el caso de Eduardo Verastegui hoy consagrado a la veneración de la Guadalupana, bajo la promesa de un celibato voluntario, el de la veracruzana Yuri y otros tantos, ratifican que los espejismos de la fama obnubilan la voluntad, pero que no hay poder más grande que el de la fe, esa fe que mueve montañas y restaura almas y corazones.
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