El fin de semana pasado tuve la oportunidad de participar en Playa del Fuego, el festival cultural y artístico, basado en una comunidad temporal, en el que se celebra la autoexpresión del individuo, la experimentación del espíritu libre y la participación, dentro de un contexto de compartir las propias experiencias alternativas, culturales y artísticas con el resto de dicha comunidad temporal.
Playa del Fuego, se lleva a cabo en el medio de la nada en el estado de Delaware dos veces al año –Memorial Day weenend y Columbus Day weekend- y está inspirado en el legendario Burning Man que se realiza en el desierto de Nevada a lo largo de toda una intensa semana entre el fin de agosto y principios de septiembre.
PDF, como es conocido entre sus participantes, es un evento donde se acampa por cuatro días, cuyas actividades culturales y artísticas están enmarcadas dentro de la participación voluntaria en los eventos de la comunidad y donde está terminantemente prohibido vender nada. Se basa en la economía de compartir lo que se lleva, ya sea comida, bebida, arte o mano de obra –no hay espectadores, solo participantes- y con la filosofía de no dejar rastro; es decir, los participantes son responsables por llevarse todo lo que trajeron, incluyendo, por supuesto, la basura que produjeron.
Conseguir las entradas para el evento es sumamente complicado –para el evento del fin de semana se agotaron en media hora-, pero tuve la suerte de que mi amiga Neda, una canadiense/iraní a quien tuve la dicha de conocer en un viaje a la playa el verano pasado, me consiguiera mi pasaporte a esta utopía temporal.
El regreso a la realidad el martes fue duro: un calor alrededor de los 40 grados centígrados en DC, el montón de trabajo que me esperaba y que había estado detenido en un universo paralelo durante el fin de semana; me hicieron recordar –como siempre lo he sabido- que la utopía existe pero solo por unos pocos días. Lo bueno es que esa utopía es repetible.
Ciro