Por: Nicolas Acosta
En Febrero de 2010 la intención de voto por Mockus rozaba el 2%. En Abril sus posibilidades de llegar a la casa de Nariño registraban ya cifras cercanas al 20%. Así mismo mientras que en Marzo el 49% de los sufragantes votarían por Santos en una segunda vuelta y sólo el 29% lo haría por Mockus, en Abril el 45% lo haría por el primero mientras que el 37% lo haría por el segundo. ¿Qué es lo que está pasando? ¿Cómo es que un profesor universitario por el que nadie daba un peso hace cuatro meses, sin acudir a maquinarias electorales y sin grandes recursos económicos está amenazando con ganarle la presidencia al heredero de un mandatario con el 70% de aprobación?
Cuando un candidato hace coincidir su propuesta bandera con la necesidad mas sensible de la población, la gente la hace realmente suya. El problema con esto es que con el éxito de la propuesta los ciudadanos nos empezamos a cegar por la satisfacción de la necesidad saciada hasta el punto de que cualquier cosa que se haga en pro de ese resultado se empieza a justificar. Esto no quiere decir, sin embargo, que la gente no se canse de ellas. Estas justificaciones le empiezan a abrir una ventana gigante a la arbitrariedad que canalizada por los causes de la política desemboca en una forma de ejercer el poder realmente perjudicial.
Un perfecto ejemplo de ello es lo que ha venido pasado en Colombia durante los últimos años con la seguridad democrática: escándalos como el de los falsos positivos, capaz de tumbar presidentes en otros países, la yidis-política o Agro Ingreso Seguro han sido justificados, en el fondo, por lo importante que es la seguridad y los resultados que se han obtenido. La gente, entre agradecida y abrumada, los justifican y le restan importancia pero no le dejan de parecer mal.
Y es acá, precisamente, donde entra a jugar Mockus quien con un estilo pausado y sereno, en contraste con el tono guerrerista y fuerte de Uribe y Santos, se compromete a cambiar lo malo desde la raíz sin perjudicar la seguridad democrática. Si nos fijamos con atención en las propuestas centrales del candidato podemos identificar dos grandes ejes.
Uno inicial relacionado con una forma de hacer política limpia, sin entregar puestos a cambio del apoyo a los proyectos, basándose en las discusiones y en el control de la sociedad. En términos prácticos Mockus promete que vamos a dejar de oír cuentos de entrega de notarías a cambio de apoyos, vamos a dejar de ver a los hijos de los ministros en las embajadas y vamos a dejar de hacerle caso a los amigos para hacer adjudicaciones de proyectos públicos.
El ex alcalde Mockus ha mostrado ser un experto en cultura ciudadana y correcto ejercicio de la política. El video es un aparte de un documental sobre el cambio que sufrió Bogotá que puede ser encontrado completo en youtube.
Y por último un segundo eje basado en la cultura ciudadana y lo que el propio Mockus ha llamado la “legalidad democrática” que al final de lo que se trata es de lograr que condenemos socialmente los hechos incorrectos y de que cumplamos las normas. Que no nos parezca bien sobornar a un policía o dejar de pagar el IVA y que si otros lo hacen lo condenemos. En concordancia con esto que logremos llevar una justicia eficaz y rápida a todos los lugares del país. Y para esto Mockus es un experto consumado. Durante sus periodos como alcalde ha demostrado que podemos lograr espacios donde nos respetemos y donde hagamos que se cumpla la ley sin necesidad de agredirnos o de tomar justicia por nuestras propias manos. Dicho de otra forma pasar de la indiferencia y la cultura del mas vivo a la condena pacífica y legal de lo incorrecto.
Y mientras Mockus vía Internet, vía Facebook, vía Twitter y vía el boca a boca de los jóvenes le llega a los colombianos con su mensaje de cambio, sencillez y respeto, Santos se consolida como el candidato de la continuidad y de las viejas costumbres políticas que no necesariamente es lo que mas quieren los electores.
Así las cosas no creo que la subida de Mockus se deba a simples golpes de suerte. Mockus ha subido porque la gente temerosa (de perder lo ya logrado en seguridad) y silenciosamente quiere un cambio. Y es un cambio que, sorprendentemente, no se relaciona con la seguridad democrática o con la confianza inversionista sino que se conecta con principios mucho mas básicos.
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