El pana Fatboy sigue dándose duro con la Tribu Global y uno de sus amores: Chile. ¡Que lo disfruten!
Inspirado en el artículo de El Pollo, a través de este post contaré algunas de mis vivencias en Chile. Mis primeros contactos con este país los tuve en la universidad a finales de los años ochenta, compañeros de estudio y profesores chilenos desarrollaban su vida en Venezuela, a raíz de la instauración de la dictadura de Pinochet. A pesar de que en esos tiempos la Democracia en Chile se estaba reinstaurando, muchos chilenos seguían en nuestro país por las ventajas que eso conllevaba. Años más tardes, la mayoría de estos amigos volvieron a su patria, no precisamente porque Chile les ofreciera un feliz retorno, sino porque en Venezuela las cosas habían cambiado.
En el año 1998 tuve el privilegio de hacer un curso en San Carlos de Bariloche, pueblo del sur de Argentina que está muy cerca de la frontera chilena. Para el feriado del 12 de Octubre, un grupo de compañeros decidimos realizar un viaje en autobús hasta Santiago de Chile en dos etapas: Bariloche – Osorno (ciudad del sur de chile) y Osorno – Santiago. La entrada a Chile por el paso fronterizo Cardenal Antonio Samore es realmente espectacular, debido a que el paisaje de Bariloche es de una vegetación verde pálida, al pasar la cordillera te encuentras con un verde oscuro intenso, y sembradíos de flores de muchos colores, además de flanquear grandes lagos. Llegamos a Osorno al final de la tarde, con el tiempo contado para tomar el autobús a Santiago, así que buscamos un sitio para comer algo rápidamente. La primera impresión que te dan los chilenos es su particular modo de hablar (lo mismo dicen de los venezolanos) que incluye expresiones que para nosotros nos parecen muy graciosas: altiro, pololo, chacota, guata, chiquillos, cabros, etc.
Luego de viajar toda la noche llegamos a Santiago, en donde nos conseguimos a una ciudad que se estaba abriendo paso a la modernidad: grandes edificios, muchas autopistas, centros comerciales estilo mall y en general mucha construcción. El único detalle triste de Santiago es que en los 3 días que estuve la contaminación no me permitió ver la cordillera, es como ir a Caracas y no poder observar el Ávila. Luego de realizar las visitas tradicionales (La Moneda, Mercado, Las Condes), fuimos en la noche al Barrio Bellavista, específicamente al local Havana Salsa, sitio que cuenta con una respetada pista de baile con una orquesta en vivo compuesta en su mayoría por músicos cubanos, algo que no había visto con similares características en Caracas.
Al día siguiente visitamos la casa de Pablo Neruda en Isla Negra, lugar indescriptible por el buen gusto en la decoración y la grandiosa magia que se siente en el ambiente (el mejor bar que he visto en mi vida).
Luego de Isla Negra, visitamos Valparaíso, ciudad portuaria que posee una arquitectura de finales del siglo 19, enclavada en sus múltiples cerros con sus particulares funiculares. Finalizamos el viaje con una visita a Viña del Mar, ciudad que también se estaba abriendo paso a la modernidad, impulsando fuertemente la actividad turística. En esa corta visita, me llamó la atención dos aspectos de la sociedad chilena: lo primero es el profundo nacionalismo que se respira en Chile, al hablar con la gente se siente como aman con pasión a su país, en particular en esos días de octubre por lo reciente de sus fiestas patrias (fin de semana largo, donde celebran con comidas y bailes típicos); en esos días las ciudades están cubiertas de banderas chilenas, y sorprendentemente para mí, los amigos venezolanos que viven en Santiago también colocaban en sus carros la bandera chilena (pero entrelazada con la venezolana). El segundo aspecto que me llamó la atención es la polarización política que aún existía en Chile (25 años después del golpe de estado), fenómeno que como venezolano desconocía, pero en un par de años lo comenzaría a sufrir en carne propia. Por curiosidad, me di a la tarea de preguntarle a la gente su opinión sobre Pinochet, y me llevé la sorpresa de que mucha gente lo admiraba, y pensaba que todo lo que había hecho fue necesario; por supuesto que había mucha gente que lo odiaba, pero se daba el caso en que no se podía tocar el tema en reuniones familiares porque se terminaba en una pelea; igual pasaba si preguntabas por Salvador Allende. Esa polarización también se observa en el sistema político, Chile era el único país de Latinoamérica con partidos de izquierda y derecha bien definidos, hecho que en mi opinión contribuye a que tengan una dinámica política de alto nivel, a pesar que por momentos entren en guerra sucia, los debates en el congreso por ejemplo son de gran contenido en términos generales.
Luego de terminado el curso del año 1998, no volví a Chile hasta el año 2003, debido a que en el ínterin me casé con una linda chica venezolana-chilena, por lo que mi relación con Chile se transformó en una relación familiar, pero eso lo contaré en la segunda parte del artículo.
Fatboy.
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