
Por JUAN CARLOS PÉREZ OLIVARA
En esta ocasión compartiré un tema que estoy seguro es de gran preocupación para muchos padres. Se trata de las telenovelas que están emitiendo los canales nacionales en horarios extemporáneos.
Reconozco que la televisión colombiana ha logrado implementar estándares de calidad que se establecen en países desarrollados, además debo destacar el gran talento que existe en nuestros actores. Pero mi reflexión va más allá de las cualidades innatas que poseen éstos. Me preocupan los mensajes subliminales de las programadoras; la manera cómo están emitiendo vivencias dolorosas como si fuera normal. Parece que el pasado violento que enlutó a más de una familia colombiana no quisiera irse de nuestras memorias. Y es que el recuerdo devastador del narcotráfico nos estigmatizó en el globo terráqueo, que hoy, a través de políticas internacionales, se busca cambiar esa imagen.
Volviendo al análisis, me sorprende la morbosidad con que retoman un tema como el del cartel de la mafia para entretener a la familia colombiana, como si no hubiesen bastado las bombas, homicidios y miles de personas afectadas por este flagelo. Ante esto, pregunto: ¿Para ganar adeptos, hay que renovar lo trágico de un país? ¿Acaso el producir entretenimiento debe basarse sobre modelos denigrantes a la sociedad, sin importar los alcances que éstos produzcan? Espero que estos interrogantes solo sean producto de la imaginación.
Hoy nos ofrecen distintas series que buscan entretener, por medio de episodios funestos, una vergüenza nacional. Y, como si no bastara, ahora realizan reconocimientos a vidas que no son ni serán insignia para el país, sin que exista diferencia entre lo mágico y la realidad. Mencionemos algunas: "Pandillas, guerra y paz", "El cartel de los sapos", "El capo", "Las muñecas de la mafia", "Rosario tijeras", entre otras. Todos estos programas de la televisión colombiana están trazados por el fenómeno del narcotráfico, la violencia urbana y doméstica, la prostitución como forma inter-relacional de una sociedad enferma, y una serie de antivalores que, sin duda, son unas tentaciones a la condición humana.
Vuelvo a insistir en el error de emitir estas telenovelas y en el daño que produce a infantes y sociedad, el cual es sustentado en la responsabilidad que deben asumir los padres al compartir un espacio de socialización familiar alrededor de un programa televisivo, pues considero que la transformación cultural de nuestras raíces nos exige modelos de aprendizaje visual, y el estar acompañado de un adulto responsable no exceptúa en asumir roles nocivos.
Se dice de manera folclórica, y con poca responsabilidad, que los menores, al ver cualquier programa de estos, están llamados a conocer una realidad y a saber diferenciar entre lo bueno y lo malo. Esto suena etiológicamente muy interesante, pero la realidad es otra: lo cierto es que hoy., los niveles de intolerancia se han incrementado, el valor de la vida no es tan importante como el del poder, y las víctimas son nuestros jóvenes. Por su parte, la televisión colombiana no está cumpliendo con su responsabilidad social ante las familias, incentivando así la cultura violenta y estigmatizada no solo de una región, sino de un país.