Friday, March 19, 2010

"GANAR ES PERDER"


MARTILLO
Por: Diego Martínez Lloreda

Muchos vallecaucanos están convencidos de que el Departamento obtuvo un gran triunfo con el crecimiento de su bancada en el Senado y que el hecho de que hayamos pasado de tener seis a diez paisanos en esa corporación es una excelente noticia.

Qué pena aguarles la fiesta a esos despistados. Más vale tener a dos senadores independientes, preparados y estudiosos, que trabajen por la comarca, a poseer a 50 ineptos que vayan a calentar silla y hacerles el mandado a sus patrones.

En ese sentido, nuestros nuevos representantes en el Senado no generan muchas expectativas. Juan Carlos Rizzeto, el ‘fenómeno’ electoral del Valle, como que sabe mucho de triatlón y de contratos, pero de hacer leyes y de ejercer control político no debe tener la menor idea. Hemel Hurtado tiene por única carta de presentación ser primo de Juan Carlos Martínez y si su aporte al Valle desde el Congreso va a ser como el que hizo su pariente, ya sabemos a qué podemos atenernos. De Carlos Arturo Quintero, mejor ni hablemos, porque sólo lo conocen en el norte del Valle.

Mauricio Ospina es una incógnita. Tiene una sólida formación académica y durante la campaña le escuché hacer planteamientos interesantes. Aunque la reivindicación que quiso hacer de sus vínculos con el M-19 me pareció populista y rocambolesca. Pero su mayor referencia es ser hermano del Alcalde y aunque pretenda mostrarse como alguien muy diferente de Rizzeto y Hurtado, la percepción mayoritaria es que, como ellos, llegó al Congreso con votos ajenos y de dudosa procedencia.

Las pasadas elecciones le dejaron al Valle muy pocas razones para celebrar y, en cambio, demasiados motivos de preocupación. Quizá el mayor revés sea el enorme retroceso del voto de opinión, pues mientras en otros lares ese tipo de voto cobra cada vez mayor importancia, aquí no fuimos capaces de elegir a un solo candidato de ese talante. Digamos que algunos como Germán Villegas, Roy Barreras, Carlos Fernando Motoa y Dilian Francisca Toro obtuvieron votaciones mixtas. Es decir, tenían algún respaldo de opinión, pero también poseían aceitadas maquinarias que contribuyeron significativamente a su elección. Pero fenómenos como el de Gilma Jiménez o el de Juan Mario Laserna, cuya votación fue en un inmenso porcentaje de opinión, aquí no se vieron.

Lo que sí se vio fue un mercantilismo político y una negociación de votos que no se observó ni en los municipios de la costa Atlántica que son meca de ese tipo de flagelos electorales. El voto se cotizó en muchos municipios entre $30.000 y $80.000, dependiendo del oferente y del sitio en el que se ofrecía. Según manifiestan los veedores electorales, el narcotráfico y el mismísimo Estado fueron las principales fuentes de financiación de esa nefasta compraventa.

El resultado natural de esa degradación es la elección de unos personajes absolutamente desconocidos y desconocedores de sus responsabilidades como congresistas, que de seguro no le dejarán nada a nuestro sufrido Valle.

Total, como diría ese gran filósofo que es Pacho Maturana, en las pasadas elecciones, en el Valle, ganamos un poco en cantidad, pero perdimos demasiado en calidad.



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