Saturday, June 7, 2008

CARTA A LOS CALEÑOS Y VALLECAUCANOS




Apreciados conciudadanos: reciban cordial saludo de un habitante más de esta abusada, agraviada y mal amada capital vallecaucana, que en los últimos años ha estado en el ojo del huracán por los ya trillados in sucesos de corrupción, apatía gubernamental y peor que todo, también de indolencia ciudadana.

Aunque no soy Vallecaucano de nacimiento, si lo soy de corazón y me duele el laberinto sin salida en el que se encuentra la otrora sucursal del cielo, la llamada Sultana del Valle, el edén cruzado por un rió, la capital de la salsa y los mil y un apelativo ganados por la gracia de un pueblo pujante, alegre, cívico, cálido, enamorado de la cultura, que estaba comprometido con el progreso de esta cosmopolita casa.

Necesitamos una cura urgente para Cali, a la que siento propia, en la que he vivido cerca de 29 años, y a la cual agradezco muchas cosas gratas de mi existencia. Por eso quiero hacer un llamado a todos los caleños y vallecaucanos para que despertemos de ese aletargamiento existencial en el que nos encontramos, como si la enfermedad crónica que nuestra ciudad padece no fuera también responsabilidad nuestra y sencillamente optamos salirnos por la tangente echándole la culpa a los hijos desleales que la gobiernan, haciéndonos los de la vista gorda ante tantos despropósitos, solo nos sentamos a criticar y criticar o en ultima instancia acudimos al “sacaculismo” como la mejor alternativa: expatriarse a la Madre Patria o cualquier otro país tras de sueños en su mayoría desdibujados por la realidad del inmigrante indeseado. A cambio les propongo que adoptemos una nueva mentalidad en la que prepondere la pujanza de otrora y el afán por quedarnos ¡aquí! salvaguardando la tierra de nuestros antepasados, la de nuestros retoños y la de las futuras generaciones que antes que avergonzarse de llamarse Caleños, Vallecaucanos, sientan por sus venas el orgullo que un día hizo grande y bella, a esta maternal tierra azucarada, con olor a pandebono y sabor a champús, alegre y bailarina, escenario del amor entre María y Efraín en cuyas entrañas se han asentado miles de extranjeros que irónicamente la aman más que sus propios vástagos. La unión hace la fuerza, no importan tintes políticos, religiosos, sociales, de sexo, ni de raza...¡manos a la obra caleños!, ¡Salvar a Cali si se puede!