T E L E N O V E L A S :
(Colaboración especial desde Uruguay)
Algunas personas dicen que todo tiempo pasado fue mejor y soy un convencido que en lo que respecta al mundo de la telenovela esto cada día se reafirma. Con su industrialización ha pasado a ser otro producto de consumo masivo que traspasa todas las fronteras y apunta a un público común, universal, homogéneo. Es importante tener presente ese proceso cuando se dice que “todas las telenovelas son iguales”. No debemos culpar a los guionistas por ser faltos de originalidad ni por repetir “fórmulas conocidas”. La verdadera razón radica en que una telenovela “exportable” exige contenidos que gusten a la mayor cantidad de países y de esa forma asegurar una buena colocación del producto en el mercado. El ejemplo de Televisa como productora en serie de telenovelas es más que claro en este sentido: tramas repetidas una y mil veces, con nuevos títulos o nuevos interpretes. Lo peor del caso es que, ese proceso funciona de maravillas y deja tantas divisas a la productora que no da para cuestionarse si las tramas son originales o no. Mucho menos buscar historias nuevas, cuando con las conocidas de siempre el mercado responde satisfactoriamente. Lo más innovador que recuerdo de Televisa fue “El extraño retorno de Diana Salazar” de los ochenta, de la cual no se han hecho nuevas versiones.
Ahí está la diferencia entre una novela convencional y una novela innovadora u original: en la primera nada es sorpresa, ya todo está esquemáticamente presentado: la heroína, el galán, los villanos, el final feliz. Ya sabemos como va la trama y si nos perdemos algunos capítulos no nos va a costar reengancharnos. Mientras que en tramas innovadoras y originales, mantenemos la expectativa pues no nos imaginamos que pueda suceder en el capítulo siguiente. Lamentablemente predominan las del tipo convencional, por ser ante todo un producto con futuro asegurado en el mercado.
Los temas, fueron, son y deberán ser siempre los mismos (amor, odio, pasión, venganza, el bien, el mal) porque conforman la base del género como tal. Lo que cambió en estos años es la forma de presentarlos, la falta de suspenso, la obviedad de las tramas. Se alude a no pensar, a un televidente medio, con un nivel “subestimado” de comprensión.
Durante los años 70-80 y mediados de los 90, las telenovelas producidas por la Red Globo de Brasil nos maravillaban con tramas que presentaban historias cotidianas, personajes de la vida, pero ambos mezclados inteligentemente con los condimentos clásicos de un culebrón. Era un estilo que dignificaba al género, siempre tildado de fantasioso y carente de contenido.
De esta época surgieron obras maestras de la teledramaturgia como “Vale todo” ; “Roque Santeiro” ,”La esclava Isaura”, “Dancin´Days”; “La reina de la chatarra”, “Selva de cemento”. Ya entrados los años 90 vemos que las historias se vuelven mas obvias, el romance y el tono melodramático aumentan, acercándose al estilo de Televisa. Se conserva la calidad cinematográfica y la inclusión de temas de actualidad, pero aparecen villanos caricaturescos, heroínas bobas, exceso de sub tramas alejadas del eje de la historia. En medio de esta nueva teledramaturgia aún se rescatan éxitos como “El clon”, pero la forma de contar de aquellos años dorados quedo sometida al efecto industrial en el mundo de las telenovelas.
Este proceso sucede con cada país a medida que ingresa al mercado mundial. De Colombia tenemos los grandes sucesos “Café con aroma de mujer”, “Yo soy Bety, la fea” y “Hasta que la plata nos separe”. Se trata de producciones locales, que cautivaron al mundo entero con una historia contada diferente. Lejos de las superproducciones millonarias y del exceso de personajes, encontramos la genialidad de Fernando Gaytan a la hora de mezclar la realidad con el mundo rosa. Seguramente, si Colombia se convierte en una productora de telenovelas del alcance de la Red Globo o Televisa, sufra una transformación en su “forma de contar” para adaptarse a un televidente estándar.
Concluyo reafirmando que la ausencia de originalidad en las telenovelas no es producto de falta de originalidad ni de creatividad de sus autores sino que estamos frente a una de las consecuencias lamentables de la globalización: el arte sometido a la producción en serie, el arte como una mercancía más.-
por
Sergio Damián
sergiodamian@montevideo.com.uy