HUMOR Y SENTIMIENTO COLOMBIANO...
POR: JAVIER SANTAMARÍA
jahesa@hotmail.com
Debo confesar que tenía cierta vaga aprensión frente a la nueva telenovela-comedia de Fernando Gaitan, por esa misma razón me fije la tarea de seguir por un lapso prudencial de tiempo y de manera desprevenida la historia de “Hasta que la plata nos separe”, asumiendo como un televidente común y corriente, sin las arandelas y responsabilidad del critico, que ya de antemano predisponen a enfocar la atención en los más milimétricos detalles, marcados e imperceptibles, que propicien la esperada critica, pero privándonos en la mayoría de ocasiones del goce propio del espectador normal.
Fueron casi cuatro semanas asimilando la trama, los personajes, de compartirla en familia, de palpar la reacción de vecinos, y amigos, de leer las notas de prensa etc. Después de este receso voluntario daré un concepto entremezclado por la visión del critico y la del televidente que solo busca distraerse un rato en su cotidianidad.
El primer capítulo como es costumbre se cuida al máximo, pues brinda al espectador un claro indicio del eje principal de la historia que les van a contar, que en este caso estuvo antecedida por una particular campaña promocional: el martirio masculino. De hecho en lo personal, después de ver el primer episodio se intensifico mi aprensión y diría que no quede enganchado de sopetón. ¿Por qué razón?, en ese instante no logré deducirlo.
La historia empezó a desarrollarse con marcada parsimonia las primeras semanas y en las que a fuerza destacaba un solo personaje: Alejandra Maldonado (interpretada por Marcela Carvajal), que más que la Jefe ogro derretida en los brazos de un sin vergüenza parecía emular a un sargento energúmeno y gritón al que todo mundo le tiene pavor, característica que termino siendo bastante chocante.
El rol estelar masculino en manos de Víctor Hugo Cabrera, permitían presumir que el actor asumía “sobrado de cancha”, por su reconocida experiencia en el genero de la comedia y que caracterizar a Rafael Méndez, un vendedor informal, un rebuscador “buena gente” de extracción humilde que se ve involucrado en tremendo lío tras propiciar sin querer un accidente automovilístico, era para él “pan comido”, pero hasta el momento su actuación carece de “brillo”, podría atribuirse de pronto a que el libretista ha delineado este personaje con un trazo extremo de pusilánimidad para resaltar a la temperamental y exacerbada heroína de la historia, a las que Gaitan por costumbre reivindica a costa del perfil que le monta al galán de turno (acomplejado, con algún problema disfuncional o irremediablemente casanova), a esta situación se une la ronquera imprecisada del actor que acentúan el mencionado apocamiento; Sinceramente esperaba algo más contundente en la actuación de Víctor Hugo Cabrera.
Por parte del antagonista Gustavo Ángel, es evidente que aun no se desprende de la gestualidad de “Moncho”, el tontarrón que interpreto acertadamente en “Todos quieren con Marilyn”, Rubén el zángano vividor ambicioso y sin escrúpulos apenas empieza a tomar forma, resumiendo, no percibí en principio “química” entre los protagonistas principales.
Algo que si me pareció completamente impensable fue ver a la señora Margalida Castro sobre actuada, el ama de llaves de postura adusta y sicorígida que interpreta raya en lo caricaturesco, esta especie de “Mi pequeña maravilla” no termina de encajar en el marco de la prestante familia Maldonado; de repente el caudal histriónico de la señora Margalida Castro se encuentra sobre explotado, lleva diez años de trabajo ininterrumpido, la versatilidad de un actor por coloso que sea, también tiene un limite.
Analizando a la familia de carniceros que interpretan Cesar Mora, Gustavo Angarita Jr y Fernando Solórzano, concluyo que también se sobreactuan, los tres llevan los personajes a lo bufonesco. Es probable que más adelante los veamos mejor moldeados.
La señora Constanza Duque como la tía solterona de Alejandra Maldonado nos brinda por ahora una caracterización discreta, es un personaje catalizador, simple en la medida que la actriz le haga sus aportes.
El grupo de actores que caracterizan a los vendedores de “Colombiautos” han logrado una interpretación más suelta, mas cercana a la comedia, con mucha chispa, quizá es Maria Elena Doering la que aún no da la talla, no logra exteriorizar su faceta humorística y se ve postiza entre los demás compañeros: Excelentes Ernesto Benjumea y Carlos Serrato, en buena hora retorna Mario Ruiz, aunque encasillada en los roles de chica sexy, Marta Bolaños “La pupuchurra” no se repite esta vez.
Han sorprendido gratamente dos jóvenes actrices y un veterano actor:
Liliana González caracterizando a la intensa y posesiva Vicky “La pajarita” novia de Méndez ( por fortuna es quien le da sazón a las escenas que comparte con Víctor Hugo Cabrera), el señor Humberto Dorado como el matron Bogotano de rancia alcurnia con sus problemas de memoria y Katerin Porto con la sensata Susana, la amiga confidente buena onda, “la voz de la conciencia” de la Maldonado, logra una actuación fresca, distante de su anterior personaje, el cambio de look le ayudo a diferenciarlos aun más.
Es grato volver a ver a Héctor Rivas rejuvenecido y muy vital actuando como en su mejor época, este señor actor estuvo olvidado varios años por los directores de la nueva generación, como sucede también con tantos otros veteranos del oficio.
Podría decir que mi inicial aprensión se disipo cuando vi los episodios de la misión titánica de Rafael Méndez tratando de venderle unos camiones a los pudientes microempresarios del pueblo y todos los acontecimientos que se desarrollaron alrededor de la pareja protagonista, esta etapa de la telenovela-comedia ratifica que Fernando Gaitan sigue siendo un libretista que disfruta calcando con particular pericia la sicología del colombiano, y cuenta con sobrada facultad para robarnos una sonrisa, arrugarnos el corazón o desconcertarnos por completo, solo se tomo su tiempo para estampar su sello personal en “Hasta que la plata nos separe”, en definitiva así somos los colombianos, así hablamos, así sentimos, así amamos, así competimos, así sufrimos, ¡ así luchamos!.
Apartándome de lo bueno, regular y malo que hay en “Hasta que la plata nos separe”, cabe destacar que es de las contadas propuestas que conservan 100% nuestra esencia en esta era de refritos colombianos y argentinos mexicanizados, su rating demuestra que ha ido calando en el gusto de los televidentes colombianos. Ahora solo me inquieta que se sigan emitiendo capítulos de escasos 18 minutos o menos, un mal presagio en estos avatares televisivos, y solo me resta acotar que seguiremos disfrutando de esta telenovela-comedia “Hasta que el rating nos separe”.